COP63: simplificando, simplificando

Por Antonio Pou¹

Hace algunos años, un amigo me pidió que resumiera con una sola palabra mi opinión sobre un libro que acababa de publicar. El libro estaba bien escrito y tenía un buen contenido, pero había aspectos que para mí resultaban incoherentes y contradictorios. Enjuiciar un libro tan complejo con una sola palabra me parecía imposible, ya que requería ser analizado desde diferentes perspectivas. A pesar de mi reticencia, mi amigo insistió y yo dije la primera palabra que se me vino a la mente. Quedó sorprendido y rumió mi juicio sumarísimo durante días… hasta que unilateralmente decidió terminar nuestra amistad. Aprendí dos cosas: que simplificar lo complejo tiene un costo y que a veces es mejor salirse por la tangente.

Con el paso del tiempo, he ido comprendiendo la complejidad de nuestro planeta y las habilidades que nuestro cerebro, compacto y limitado, emplea para gestionar nuestra existencia. Si intentamos comprender cómo funcionan las cosas y analizar todo en detalle, descubrimos que incluso las cosas más simples son en realidad muy complejas. Somos nosotros quienes las simplificamos enormemente para poder tomar decisiones, ya que no somos capaces de manejar la maraña de relaciones que nuestro cerebro potencialmente puede percibir, identificar e imaginar.

Somos expertos en simplificar. Simplificamos una y otra vez lo que ya hemos simplificado, reduciendo la realidad a unos y ceros, a blanco y negro; ahí es más fácil tomar decisiones. Pero con cada simplificación, perdemos parte de la realidad y a menudo nos encontramos lidiando con asuntos que no tienen sentido. Saber tomar decisiones equilibradas sobre asuntos reales es un arte que aprendemos en la vida a través del conocido método científico de “ensayo y error”.

La sociedad se basa en la estandarización de muchos de estos procesos de simplificación. Esto nos evita la tediosa tarea de tener que pensar, discriminar y decidir constantemente. Nos permite avanzar más rápido, aunque no sepamos a dónde vamos. Asumimos implícitamente que la realidad es inmutable, que podemos enlatarla y etiquetarla, pero vivimos en un universo dinámico en el que las cosas cambian rápidamente con el tiempo. Por lo tanto, muchas de las “latas” que usamos con frecuencia están desgastadas y obsoletas.

No todo puede ser enlatado y al enlatar lo que no se puede enlatar, creamos realidades ficticias. Algunas de estas realidades las creamos a nivel individual, aunque en el fondo sospechamos que pueden ser ficticias. Sin embargo, las realidades colectivas, las sociales, las damos por verdaderas sin pensarlo mucho. Es por eso que los sociólogos hablan de “la construcción social de la realidad”² (CSR).

Encontramos ejemplos de CSR en todas partes. Justamente en estos días (diciembre de 2023), se ha celebrado en Dubai la COP28, la 28ª Conferencia de las Partes del Convenio Marco sobre el Cambio Climático que se firmó en Río en 1992. Como este es un tema que nos concierne a todos, ya que el clima no hace distinciones sociales ni personales, creo que vale la pena reflexionar sobre los procesos de simplificación involucrados.

El tema de la COP28 comenzó en 1988, cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas encargó a la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y al Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que organizaran un panel de expertos (el IPCC) para analizar el impacto de las actividades humanas en el clima. Yo fui uno de los dos expertos enviados por mi país (España) a la primera reunión del IPCC. Durante los primeros tres años del IPCC, tuve el privilegio de presenciar su puesta en marcha, comprender sus detalles y participar en la redacción del Convenio Marco.

Desde hace décadas, los científicos han intentado comprender los procesos naturales que hacen que el clima en cada lugar sea similar de un año a otro. Como el clima es algo tan familiar, cuesta imaginar su enorme complejidad. Algunas de las claves de esta complejidad están relacionadas con lo que sucede a nivel del suelo, en el interior de la Tierra, en toda la atmósfera y en el espacio exterior, incluyendo el Sol y la galaxia. El clima es probablemente el asunto más trascendental para la humanidad. Las civilizaciones, incluida la nuestra, dependen de él.

Aunque podemos consultar el pronóstico del tiempo en nuestros teléfonos móviles, esto nos da la falsa impresión de que controlamos el clima. Por ahora, las predicciones del tiempo son confiables solo a corto plazo, pero pierden precisión a medida que avanzamos en el tiempo. Predecir el clima con años o décadas de anticipación es un ejercicio de fe o de azar. Sin embargo, es imprescindible que intentemos hacerlo y perfeccionarlo, ya que nuestro futuro y el del planeta dependen en parte de nuestra actividad.

La mente científica tiende a investigar el clima de manera objetiva y se preocupa cuando ve a los políticos tomar decisiones sobre el futuro del clima de manera subjetiva e interesada. Es evidente que los políticos viven en una burbuja de realidad, una CSR, pero a menudo olvidamos que todos vivimos en CSR, incluidos los científicos, que crean sus propias construcciones sociales.

Basado en mi experiencia, puedo imaginar la secuencia de simplificaciones que ocurren en las COP. Los gobiernos, influenciados por el contexto nacional e internacional, preparan sus estrategias con mayor o menor cuidado. Es importante tener en cuenta que, para los ciudadanos, el clima puede ser un tema crucial, pero para los gobiernos es solo uno de los muchos temas que deben discutir en foros como la ONU.

En primer lugar, están las conclusiones de los científicos, que algunos políticos creen a medias debido a sus propias limitaciones y a las limitaciones de los demás. Así que seleccionan lo que les conviene y ignoran el resto. Luego entran en juego los intereses económicos y estratégicos, eligiendo los más esenciales, además de los intereses políticos a corto plazo. Si el país tiene la capacidad para hacerlo, también se tienen en cuenta las estrategias a medio plazo.

Dependiendo de la importancia y las posibilidades de cada gobierno, las delegaciones pueden ser pequeñas o muy numerosas. En las mesas de negociación, solo aparecen unas pocas personas, pero los gobiernos poderosos necesitan a muchas personas para negociar bilateralmente asuntos económicos y políticos y obtener los apoyos que necesitan.

Esta simplificación de la complejidad de los asuntos climáticos se simplifica aún más cuando los países exponen sus propios intereses. Hay que tener en cuenta que los acuerdos en este tipo de foros de las Naciones Unidas se alcanzan por consenso y participan casi 200 países, lo cual es muy complicado y exige simplificar y reducir al mínimo los asuntos a discutir.

Mientras los líderes de cada país dan sus discursos vacíos de contenido, otros delegados se reúnen en grupos de trabajo para redactar acuerdos que luego deben ser aprobados en plenario. Nuevamente, se simplifica pero con sutileza. Todos intentan que los textos contengan sus demandas o al menos no haya obstáculos para ellas. Satisfacer a 200 países parece una tarea imposible, pero los países poderosos forman bloques que reducen el número de temas a tratar y el tamaño de los grupos de redacción.

En estos grupos, cada frase, cada palabra, cada coma tiene un significado, aunque a veces solo uno de los redactores lo sepa. Se debate intensamente y es importante no perder la concentración ni un momento. Acordar la redacción de una sola frase puede llevar cinco horas de debate intenso y negociación (lo puedo asegurar). Con frecuencia, la inclusión o exclusión forzada de asuntos en una frase puede hacerla casi incomprensible y desviar la atención del tema central de la conferencia, el cambio climático. Cuando los redactores no pueden ponerse de acuerdo, se redactan varios textos alternativos para que en plenario los líderes de cada gobierno debatan cuál de ellos se incluirá en la conclusión final.

Hasta ahí hemos llegado con la simplificación, desde una preocupación multifacética sobre el cambio climático hasta un texto restrictivo y enormemente simplificado que tiene un alcance global reconocido por las Naciones Unidas. Por supuesto, este texto no es vinculante y debe ser reconocido por los gobiernos, aprobado por las instancias que suelen gobernar en la sombra, aprobado por los parlamentos, convertido en normas y reglamentos, y finalmente aceptado por la población, que tiene el poder de aceptar o rechazar estos cambios a través del voto, cambiando así al gobierno.

Hay un desconocimiento generalizado sobre los procedimientos para tomar decisiones sobre el cambio climático. Las personas que están sentadas en las mesas de redacción y negociación, salvo algunas excepciones, no pueden salirse ni un poco de las directrices que reciben de sus gobiernos. Y estos, a su vez, también tienen límites impuestos por sus electores, financiadores y socios internacionales.

Desde la gente hasta la gente, pasando por las Naciones Unidas. Sin embargo, las representaciones mediáticas y políticas ofrecen una imagen distorsionada de la realidad de estas conferencias. En las calles, la gente se manifiesta y pide a los gobiernos que hagan algo por el cambio climático, pero sin tocar sus intereses. Es como en un dibujo de El Roto, ese artista de la realidad, donde representa una manifestación con una pancarta que dice: “PETRÓLEO NO, GASOLINA SÍ”.

Las simplificaciones están por todas partes, ya que en la práctica son una herramienta útil, siempre y cuando se utilicen cuando realmente se necesitan. Por supuesto, también se utilizan en el mundo científico. De hecho, es parte de su esencia, ya que en aras de la objetividad, restringe su funcionamiento cerebral al razonamiento y no acepta otras formas de conocimiento humano, como la intuición. Mientras tanto, la naturaleza nos ha dotado de múltiples sentidos y formas de procesar información para maximizar nuestro conocimiento y aumentar nuestras posibilidades de supervivencia en el planeta y más allá. Sin embargo, la ciencia, o al menos muchos científicos, creen que debemos pensar de manera limitada. Curioso, ¿no?

Debemos agradecer a los conocimientos científicos por haber sentado las bases para construir conocimientos tecnológicos con los que hemos creado el fabuloso mundo actual. Estos conocimientos funcionan muy bien dentro del universo conceptual que hemos creado sobre la realidad. Sin embargo, la ciencia no es tan eficaz cuando se trata de asuntos tan complejos como el clima, donde todavía hay mucho que desconocemos. Por lo tanto, una vez más, la ciencia no tiene más opción que simplificar y simplificar dentro de las CSR que crea, hasta que los problemas sean abordables con los métodos disponibles. A medida que estos métodos avanzan, también avanza el conocimiento, modificando las CSR.

Y así, a paso lento, avanzan las COP. Han pasado 35 años desde el inicio del IPCC y ha habido avances, pero claramente insuficientes. Quizás tengamos que esperar otros 35 años, hasta la COP63, para lograr avances significativos. ¿Esperaremos tanto tiempo el cambio climático?

Se cuenta la historia de un extranjero que viajaba en un viejo tren de vapor por un país que aún no había sido contaminado por la prisa del desarrollo. El tren iba muy lento y se detenía constantemente por cualquier motivo. En una de las interminables paradas, el extranjero, exasperado por la puntualidad de los trenes en su país, no pudo más. Se bajó del tren, caminó hasta el maquinista y le dijo: “¿No puedes ir más rápido?”. El maquinista respondió: “Sí puedo, pero no me dejan abandonar el tren”.

Los avances puntuales en el conocimiento del clima y en las acciones para mitigar los efectos negativos del cambio climático pueden no importar mucho. El ritmo lo marcan las construcciones sociales de la realidad (CSR). Necesitamos cambiar la forma en que simplificamos conceptualmente las cosas y los asuntos para que sean más flexibles, adaptables y realistas.

No podemos mantener y hacer avanzar nuestras sociedades, que son cada vez más complejas, sin que todos sus miembros participen en la gestión de lo común. Necesitamos que comprendan de primera mano las dificultades que surgen constantemente en la gestión, que conozcan y acepten la incertidumbre y que compartan las responsabilidades. Después de muchos esfuerzos colectivos, logramos elaborar la Declaración Universal de los Derechos Humanos en las Naciones Unidas, pero aún no tenemos una carta que hable de las obligaciones humanas.

Es maravilloso soñar con visitar otros mundos, pero antes debemos hacer viable este. De lo contrario, nuestro mundo actual se convertirá en un espectáculo de fuegos artificiales deslumbrantes que nos dejará arruinados durante muchas generaciones. La naturaleza tiene límites y cualquier especie que no los respete será eliminada. Sin embargo, los humanos creen que eso no se aplica a ellos porque se consideran los reyes de la creación.

Un grupo privilegiado de humanos ha creído, y sigue creyendo, que el desarrollo económico y tecnológico no tiene límites, y a los demás nos ha gustado esa idea. Ignorando la realidad, hemos convertido esta creencia en una poderosa CSR que está arrastrando a toda la población mundial.

Por ahora, parece que no pasa nada, lo cual me recuerda a aquel que se lanzó de un avión y se decía a sí mismo: “¡Ponte un paracaídas, ponte un paracaídas!” -le decían-. ¡Qué tontería! ¡Ya he recorrido más de la mitad del camino y aquí estoy, tan a gusto, sin que me haya pasado nada!”. Quizás lo que está sucediendo con el clima es una señal de que nos estamos acercando al suelo.

Parece que una gran parte de la humanidad ha caído, o desea caer, en el sopor placentero de los comedores de loto, como se describe en la Odisea de Homero. Como ellos, estamos olvidando a nuestros hijos y la responsabilidad de dejarles un mundo sano para que puedan mejorar nuestra especie. Como ellos, hemos olvidado cuál es nuestro hogar, la biosfera, y preferimos vivir en un estado de ensoñación permanente.

De una forma u otra, tendremos que despertar, lo cual no será fácil, pero sería mejor hacerlo antes de llegar al suelo. Los cambios que necesitamos hacer son numerosos, profundos y complejos, además de inciertos. No me pidan que los resuma en una palabra, ya perdí a un amigo y no quiero perderlos a todos.

¹ Profesor Honorario del Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid. Participó en los primeros años del IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas) como parte de la delegación española, en el Comité Directivo y en el Grupo de Respuestas Estratégicas. Actualmente realiza investigaciones sobre análisis automático de la circulación general atmosférica mediante imágenes satelitales.

² Berger, P. L. y T. Luckmann (1966), La construcción social de la realidad: un tratado sobre la sociología del conocimiento.

Ambiente: Situación y retos es un espacio de El Nacional coordinado por Pablo Kaplún Hirsz

[email protected], email: [email protected]

0 Shares:
Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

You May Also Like