La ciencia considera la manzanilla como una panacea por sus propiedades

La manzanilla, una planta con una larga historia en la medicina herbal, es conocida por su seguridad y eficacia, aunque se aconseja consumirla con moderación. Esta hierba alberga una impresionante diversidad de fitoquímicos, con más de 200 tipos identificados, incluidos los flavonoides y terpenos, que son los principales responsables de sus reconocidas propiedades antiinflamatorias y antioxidantes.

Estos compuestos han consolidado a la manzanilla como una favorita entre los herbolarios desde la antigüedad egipcia. Aunque existen diversas variedades de manzanilla, nos centraremos en las dos más relevantes y medicinales: la Matricaria chamomilla, o manzanilla dulce, y la Chamaemelum nobile, conocida como manzanilla romana, ambas con una apariencia similar a las margaritas por pertenecer a la misma familia botánica.

Originaria del Viejo Mundo, la manzanilla fue introducida en América durante la colonización y hoy se cultiva globalmente debido a su potente perfil curativo. Es particularmente efectiva para aliviar trastornos digestivos como la indigestión y los cólicos, además de reducir la inflamación, relajar espasmos musculares y prevenir úlceras.

Su uso se extiende más allá de la infusión tradicional, adornando platos, y en la elaboración de productos como cremas, aceites de masaje, champús y jabones, gracias a sus fitoquímicos con actividad biológica.

Los científicos han identificado más de 200 fitoquímicos en la manzanilla, siendo los flavonoides y terpenos los más destacados, concentrados principalmente en las flores y en menor medida en tallos y hojas. Los flavonoides se extraen con agua o soluciones hidroalcohólicas, mientras que los terpenos se obtienen del aceite esencial mediante destilación.

Es importante reconocer que la composición fitoquímica de la manzanilla puede variar dependiendo de las condiciones de cultivo, lo que a su vez afecta la calidad y eficacia de los productos derivados como tés, extractos y aceites esenciales.

A pesar de estas variaciones, la investigación ha demostrado consistentemente los beneficios generalizados de la manzanilla en diversas formas de aplicación. En laboratorios, se realizan experimentos administrando distintas dosis de preparaciones de manzanilla a animales, cultivos celulares o seres humanos durante periodos determinados.

Estos estudios, conocidos como in vivo, in vitro o clínicos, permiten correlacionar la dosis con los efectos biológicos observados y establecer recomendaciones de dosificación terapéutica. Los resultados han confirmado los beneficios para la salud proporcionados por los terpenos, flavonoides y cumarinas presentes en la manzanilla.

Económicamente, la manzanilla es altamente valorada por sus aceites esenciales ricos en terpenos, que le otorgan su característico aroma a manzana, de donde deriva su nombre común. Este aroma es especialmente apreciado en la industria farmacéutica y cosmética. Los terpenos predominan en las flores de la manzanilla, con el bisabolol y el azuleno como los más notables.

El bisabolol, abundante en las flores de la manzanilla, es conocido por su capacidad para reducir la inflamación inhibiendo enzimas proinflamatorias. Además, regula la acidez estomacal, ofreciendo beneficios digestivos como agente antirritante y gastroprotector, y es reconocido por sus propiedades cicatrizantes y analgésicas.

LNT/ TC

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